Por Josefina Stubbs
En una misión reciente a México, en la que presentamos un informe maravillosamente detallado y revelador preparado por el Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural acerca de las brechas de desigualdad y territoriales en toda la región, conversé con un Senador del Estado mexicano de Oaxaca, Heladio Ramírez López, acerca de nuestros sueños y responsabilidades (e incluso de nuestras deficiencias) en lo relativo al empoderamiento rural, la inclusión social y la selección y el diálogo de políticas.
“El FIDA nos permite soñar,” me dijo el senador.
No podría estar más de acuerdo con él. Sin embargo, aunque necesitamos atrevernos a soñar, también necesitamos atrevernos a innovar, seleccionar e impulsar abordajes de desarrollo territorial que lleguen a los sectores más pobres de América Latina y a promover nuevas políticas e iniciativas que aseguren la reducción de la pobreza rural de forma continua, responsable y sustentable en toda la región hasta bien entrado el siglo 21.
Aunque hemos dado pasos importantes en la reducción de la pobreza en América Latina es sorprendente (y a veces pasmoso) que las brechas territoriales permanecen. Para comenzar, América Latina todavía tiene la tasa de desigualdad más alta en el mundo. Y con países con economías de grandes y medianos ingresos como Brasil y México, las brechas socio-económicas serán tan pronunciadas como las que existen entre los países más ricos y más pobres del mundo.
Por ejemplo en México, casi 60 por ciento de la pobreza extrema en la nación está concentrada en áreas rurales, según el reciente informe “Pobreza y Desigualdad: Informe Latinoamericano 2011”, y la tasa de analfabetismo es de 15.6 por ciento, mientras que en áreas urbanas la tasa es de solo 4.3 por ciento. Los territorios más pobres en América Latina también tienen acceso limitado al cuidado de la salud.
El informe —hecho posible por la financiación del FIDA y del Centro de Desarrollo–Canadá (IDRC, por sus siglas en inglés)— destaca las causas de la extrema desigualdad, brechas de logros territoriales y la falta de oportunidades en el sector rural de América Latina. Analiza los indicadores socioeconómicos de salud, educación, dinamismo económico y empleo, ingresos y pobreza, seguridad ciudadana e igualdad de género en 10 países latinoamericanos que incluyen a Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua y Perú.
El sueño del diálogo
Uno de los primeros pasos al “soñar este sueño imposible” es recurrir al diálogo de políticas como catalizador del cambio. En América Latina, el FIDA financia activamente las plataformas de diálogo de políticas para asegurar que los agricultores, políticos, intelectuales y líderes de negocios cuenten con foros y herramientas para participar, debatir y hacer avanzar políticas inteligentes que beneficien a los pobres rurales.
Al ver los datos de México es evidente que a pesar de los esfuerzos intensos, la pobreza y la desigualdad rural en México han incrementado. Tan solo vea las diez municipalidades más adineradas de México, en donde las ganancias promedio per cápita están en los alrededores de USD32,000 dólares estadounidenses. Si ve a las municipalidades más pobres, verá que las ganancias son de apenas USD603 al año.
Uno de los primeros pasos para contrarrestar este fenómeno es apoyar las plataformas de diálogo de políticas. Los Grupos de Diálogo Rural ‘Conocimiento y Cambio’ reúnen a las partes interesadas para discutir temas de desarrollo rural y llevarlos hasta que figuren en los primeros lugares de las agendas nacionales. El programa de los Grupos de Diálogo Rural funciona en Colombia, Ecuador, El Salvador y México, y ya está comenzando a producir resultados. Basta con ver el diálogo proactivo sostenido recientemente en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde académicos y pensadores convergieron para lanzar la nueva publicación y discutir los caminos a seguir.
El sueño de la inclusión social
Las lecciones que tomamos de los datos y análisis del Informe Latinoamericano nos ayudan a formar una nueva generación de proyectos que procuran remediar las abigarradas brechas territoriales que vemos en la región. En el caso de México, la junta ejecutiva del FIDA aprobó recientemente USD47.5 millones para el Proyecto de Desarrollo Rural en la Región Mixteca y la Zona Mazahua.
Una de las metas centrales del proyecto es mejorar la calidad de vida en el área seleccionada al fortalecer los mecanismos de inclusión social para las instituciones de desarrollo locales rurales. La inversión para fortalecer las capacidades de estas instituciones no es solamente una inversión en las personas rurales que viven en esta parte frecuentemente olvidada de México —las proyecciones indican un incremento de utilidades de hasta USD6.30 diarios para los participantes en el proyecto— es también una inversión en el tejido social mismo que entreteje cada aspecto da la vida rural en México y que trabaja para promover sistemas, capacidades y mecanismos duraderos para la paz y sustentabilidad a largo plazo.
Algo que me han enseñado mis 20 y tantos años en el desarrollo rural es que no hay una bala de plata para la reducción de la pobreza. Los proyectos deben definir su alcance, diseño y objetivo para adaptarse al contexto local. En Colombia, estamos ampliando nuestro trabajo con un nuevo proyecto nacional aprobado recientemente por la Junta Ejecutiva del FIDA que invertirá directamente en el fortalecimiento de capacidades locales para negocios. Los USD70 millones del “Proyecto Confianza y Oportunidad en Colombia” llegarán a unas 160,000 familias. “El proyecto busca mejorar la seguridad alimentaria, facilitar el acceso a servicios financieros y comunitarios, mejorar la competitividad e ingresos de productores de pequeña escala en la zona y crear mecanismos que incluyan a estos mismos productores en los sistemas de gobierno,” dice nuestro Gerente de Programa de País en Colombia, Roberto Haudry.
Más hacia el sur, el Proyecto Paraguay Inclusivo trabaja para crear alianzas público-privadas que faciliten el acceso a la asistencia técnica especializada y mercados, creen nuevos empleos y cierren las brechas territoriales. Resulta interesante que la economía en Paraguay creció 14.5 por ciento en 2010. Sin embargo, 1.3 millones de paraguayos rurales son considerados pobres, de los cuales 60 por ciento son considerados extremadamente pobres. Como vimos en México, estas brechas territoriales se hacen más pronunciadas en las comunidades indígenas, que tienen tasas de mortalidad tres veces más altas que el promedio nacional.
El sueño de un futuro más verde
Muchos proyectos nuevos financiados por el FIDA en América Latina tienen la mirada en bosques comunitarios, mitigación y adaptación al cambio climático y la gestión de recursos naturales sustentables como mecanismos de reducción de pobreza y empoderamiento rural. En esta edición de Ventana Rural examinaremos estos mecanismos a profundidad.
Sin importar cómo lo quiera ver, el futuro de las financiaciones del FIDA para América Latina deben avanzar hacia pastos más verdes y ecológicos, discurso y diálogo mejorado, acceso mejorado al mercado y fortalecimiento de la cadena de valor, y los enfoques territoriales matizados que consideran sutiles diferencias entre territorios, sociedades, corredores económicos y economías locales.
Saludos,
Josefina
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Próximos eventos
• 21 de mayo de 2012. Sintonice la transmisión web interactivo de nuestro seminario acerca de ‘Desarrollo rural en América Latina: Preguntas, perspectivas y desafíos’
• Mapas interactivos, gráficas, datasets y más del informe latinoamericano están disponibles en www.informelatinoamericano.org.
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