Sunday, October 31, 2010

“Amo todo lo que sea vida…”

por Carmen Lucía Jaramillo Hoyos

Conservo en mi recuerdo la mirada serena y sabia  de Doña María Solano, nuestra anfitriona del día de ayer en su finca de Pacayas. Una mujer de poca estatura, pero con un corazón inmenso que irradia paz y vida a su alrededor.

Al llegar a su finca, rodeada  de una bella vegetación que se extiende a lo largo de un terreno ondulado, resalta el orden de la casa, la belleza de sus plantas y la sonrisa de sus nietas y nietos.

La primera impresión al entrar a su casa fue la de un hogar donde los detalles son muy importantes, ningún objeto está allí puesto sin una razón, no sólo práctica, sino también estética;  es evidente que ha cuidando delicadamente de crear un espacio agradable para la familia y sus visitantes. Tanto así que el camino para llegar a la porqueriza y a los cultivos de hortalizas, lo están acondicionando para que esté bordeado de flores.  Allí se evidencia que el lugar de las mujeres en la familia no sólo es estratégico para la producción, sino para el bienestar de todos y todas.

Doña María y su hija Marta, dejan claro con los resultados familiares y económicos, que la importancia de la mujer en los procesos productivos no radica sólo en su papel determinante para desarrollar nuevos proyectos, ingeniarse formas de  aumentar la producción y reducir costos, sino que radica también en conectarse profundamente con la vida para entender el mensaje de la tierra y sus animales y así desarrollar su negocio con un sentido profundamente vital.

Los logros a nivel productivo de la familia Guillén Solano con su finca sostenible son evidentes: un negocio de cerdos que partió con unos pocos animales, hoy cuenta con poco más de 200; con sus propios recursos iniciaron el cultivo de hortalizas y hoy tienen dos invernaderos y otros cultivos a campo abierto. Tanto es así que en 2008 doña María recibió la medalla al mérito agrícola en una premiación a nivel nacional.
Pero más allá de la certificación orgánica, los biodigestores, las cercas vivas, las curvas de nivel, el lombricompost y otros logros en el campo productivo, me llevo en el alma esa sinceridad con que Doña María dice:  “amo todo lo que sea vida”, refiriéndose a la dedicación que relataba su hija sobre el cuidado de los animales. El sello propio de la producción de su finca, es el de ser productos sembrados con amor.
Esta gran obra de amor que ha ido construyendo doña María, ha sido, según sus propias palabras, por el trabajo hombro a hombro con su esposo, de quien dice con orgullo que es un hombre maravilloso, con quien lleva 47 años de matrimonio. Es así como lo más impactante de esta empresa familiar llamada “Guisol” (por los apellidos Guillén y Solano de la familia)es el valor de la unidad familiar y la autogestión como pilares fundamentales para desarrollo humano y productivo de la familia.

Este es el caso de los Estasy, Válery y Héctor Daniel, los nietos de Doña María, que a sus  10 años ya saben qué proyectos quieren desarrollar y por eso tienen codornices, conejos y pollos que cuidan con dedicación, pero también con claridad de que serán un negocio si ahorran con disciplina como lo han hecho su abuela y su abuelo.

Un aprendizaje de la visita a terreno del día de ayer es que una  mirada femenina sobre las mujeres en los procesos productivos, no puede limitarse sólo a los datos sobre volúmenes de producción, generación de ingresos, tiempo dedicado a las labores, distribución de tareas productivas y reproductivas, sino que debe incluir también una perspectiva sobre la felicidad que puede producir  el trabajo, cuando este es realizado con amor y pasión en colaboración con todos los miembros de la familia.

Carmen Lucía Jaramillo Hoyos
Programa Oportunidades Rurales – Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural
Colombia

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